¡Un gran paso en su camino de servicio a la iglesia!
El acólito (del griego akoluthein, seguir o acompañar) ejerce su servicio especialmente en la celebración eucarística, al servicio del altar, del presidente y de los demás ministros ordenados.
El ministerio del acolito no solamente es un servicio cultual, es también un servicio fraterno a toda la comunidad cristiana, y de manera particular a los presbíteros y diáconos, y a los fieles a los que el acolito distribuye o lleva la comunión como ministro extraordinario.
En todo caso, por su dedicación especial al ministerio eucarístico. el acólito, a imitación de Cristo, que no vino a ser servido sino a servir dar su vida (Me 10, 45: cf. Jn 13, 15), y nos dejó en la eucaristía el testimonio permanente de esta entrega, debe identificarse cada día más con el sacrificio del Señor, y llenarse del amor que es característico de los que participan de un mismo pan para formar un solo cuerpo (cf. 1 Cor 10, 16-17).
El respeto y la veneración con que debe tratar el cuerpo del Señor y a todos los objetos sagrados. debe llevarle también a reconocer la presencia de Cristo, y a amarle y servirle, en sus hermanos particularmente en los necesitados y enfermos (cf. | Cor 11.29b: Mt 25.40).
El acólito queda instituido para ayudar al diácono y prestar su servicio al sacerdote.
Es propio de él cuidar el servicio del altar, asistir al diácono y al sacerdote en las funciones litúrgicas, principalmente en la celebración de la misa; además distribuir como ministro extraordinario la sagrada comunión cuando faltan los ministros (C1C. c. 845) o están imposibilitados por enfermedad, avanzada edad o ministerio pastoral.
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